lunes, 13 de julio de 2009

AMISTAD



Un amigo es un hermano.
Algo sobre la amistad y otros valores.

La vida no es nada sin la amistad.

Aristóteles.

En tiempos de crisis resurgen algunos “viejos” valores. Y es que los valores no se reinventan, ahí han estado siempre. Los valores cambian de acuerdo con las ideologías, las religiones, la edad, la cultura, la moda. Sin embargo, existen valores universales como el amor y la amistad, los cuales pueden ser más importantes que la vida misma. En algunas culturas e ideologías la vida puede ser un valor secundario. La vida puede darse por la patria, por miedo, por dolor, por otro.

Vivimos en una crisis, la llamada por los franceses la crisis de “fin de siècle” y aunque estamos ya en los albores del siglo XXI, esta crisis se ha extendido debido a las guerras, a los malos gobiernos, a las frágiles economías ya derruidas y lo que más afecta al mundo: la falta de amor y de sentimientos verdaderos.

El conocimiento que se tiene de las necesidades humanas, gracias a los agigantados avances tecnológicos, es asombroso pero su remedio es abismal. Sabemos lo que nos falta como seres humanos pero no podemos ni queremos satisfacer las carencias de otros. Nuestras necesidades o intereses están por encima de las que puedan ser elementales para otras personas. Las comunidades más carentes de lo elemental como es la comida, el vestido, el techo, son las más incapaces de solucionar sus propios problemas. Así, vemos en las noticias a grupos africanos muriéndose de sed, de hambre. Y por otro lado, latinoamericanos o asiáticos matándose unos a otros y disputándose el poder para disfrutar de la opulencia, mientras la clase humilde (ya no media, o baja), trabaja por un salario que no alcanza para mantener las necesidades básicas. Este es el panorama del resultado de la “globalización”. Término acuñado en el ya muerto siglo XX y que intentaba, según los expertos, resolver el drama de la inequidad.

Ahora, tras varios lustros de pretender subsanar los problemas del mundo, nos encontramos casi como a fines del siglo XIX: problemas sanitarios de imposible solución, gobiernos endebles que han sustituido a los imperios catastróficos de las grandes potencias y falta de visión por parte de los gobernantes para mejorar el statu quo de los más carentes y oprimidos.

Habiendo surgido en 1943, la pirámide de Marc, propuesta por Abraham Maslow, se encuentra aún vigente. En esta formulación teórica, el psicólogo Maslow demuestra la jerarquía de las necesidades humanas, las cuales se encuentran agrupadas en 5 niveles. Los primeros cuatro son llamados “de déficit”. La base de la pirámide la comprenden las necesidades fisiológicas como respirar y todo lo referente a la salud. En el siguiente nivel se encuentran las necesidades de seguridad y protección; en el tercero, las de afiliación y afecto, en el cuarto las de autoestima y la quinta se refiere a la autorrealización.

Si colocamos la amistad dentro del nivel de afiliación y afecto y, como factor determinante en el nivel de autoestima en lo conciernente al respeto por los demás, confianza, aprecio y reconocimiento; y posteriormente trasladamos esa satisfacción de necesidades desde los primeros cuatro niveles al último nivel de la pirámide en el cual se encuentra la autorrealización, entonces nos encontramos en el colofón del posible acercamiento al quinto nivel, es decir, podríamos (si y solo si las condiciones lo permiten) encontrarnos en el nivel óptimo de lo que puede lograr un ser humano. Es decir, el hecho de mantener una vida sana y productiva, rodeado de respeto, amor y comprensión nos permite considerar que hemos logrado algunos de los máximos objetivos. Y aun cuando Maslow ha tenido detractores por la debilidad de algunos aspectos de su teoría, no ha habido teórico alguno que lo haya francamente derribado.

El nuevo milenio surge en medio de catástrofes, trampas, miedos y horrores; este nuevo siglo del cual ustedes y yo somos partícipes. Se me ocurre decir algo que solían decir mis maestros y que luego yo repetiría en mis clases: “los jóvenes son el futuro del mundo”. Los ahora viejos nos contentamos con observar y criticar. “Todo tiempo pasado fue mejor”. Pero no es tan fácil pues el mundo que heredamos a los hijos, a los jóvenes, no es en absoluto un mundo vivible y confiable. Heredamos viejas guerras, antiguos odios, religiones anquilosadas; heredamos corrupción, desconfianza, incapacidad; heredamos dolor, rancios temores. Y heredamos desconocimiento. Sí, uno de los grandes delitos de la humanidad es el desconocimiento. De ahí el tema humillante de la ignorancia educativa. He leído en los diarios que el sistema gubernamental en Australia ha decidido, tras largas investigaciones, que los maestros no están suficientemente preparados para enseñar a los estudiantes. En mis tiempos (diría mi abuela y hoy lo repito yo), el maestro era un sabio.

"El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho." Cervantes.

La ignorancia crea miedo, desconfianza, inseguridad. El conocernos y conocer al otro nos alerta para tomar decisiones claras y afines con nuestra propia identidad, razón y carácter. Es así, en el conocimiento propio y del otro que surge la acción positiva y sensible. La amistad puede salvarnos.

Se ha dicho que el mejor amigo del hombre es un libro. También se ha dicho que es un perro. O que: nada mejor que un “peso” en el bolsillo. El mejor amigo: Dios. “Todo mi patrimonio son mis amigos”, decía Emily Dickinson. Una vida sin amigos es como vivir en una isla desierta, sin agua, sin alimentos, sin luz. Y muchas cosas más.

Un hermano puede no ser un amigo, pero un amigo será siempre un hermano.

Demetrio de Falero (350 AC-280 AC).

Se han hecho libros, canciones, poemas, tratados sobre los amigos, sobre la importancia de tener un verdadero amigo. Sin embargo, es difícil ser amigo de alguien.

Hace algunos días comentaba con Ivy, mi nieta, quien tiene solo 17 años pero bastante sentido común, que alguna amiga en alguna época de mi vida vivía de cierta manera no muy bien vista por la sociedad. Ivy me decía que ella no podría ser amiga de alguien así. Yo me quedé pensando en el papel del amigo, no de alguien a quien yo quiero como amigo sino de mí como amiga de alguien. Y entonces, desde ese día me he preguntado si yo he aportado algo a alguien. Me he preguntado si la amistad puede influir en la manera de ser o pensar de alguna persona. Si yo puedo entrar en la vida de alguien. Si ese alguien acepta mi opinión y acepta modificar su forma de vida. También me pregunto si yo realmente soy lo suficientemente justa y equilibrada para intervenir en la vida de alguien.

¿Es un amigo alguien que confronta?, ¿alguien que ayuda y orienta? Alguien que intenta dirigir la vida de otra persona no es necesariamente un amigo, puede ser un padre, un hermano, un vecino. Me pregunto si la amistad es una actividad pasiva. “Te quiero como eres”. Me pregunto si no uno es igual o similar a su amigo. Recuerdo que mi madre decía que las amistades influyen muchas veces para mal: “quien con lobos anda, a aullar se enseña”, o “dime con quién andas y te diré quién eres”.

Recuerdo también que de niña odiaba los dichos. Odiaba que mi madre, tías, abuela y personas mayores ilustraran su decir con lo que otros habían dicho antes. Me molestaba que siempre le adjudicaran a los sabios chinos, griegos o latinos alguna frase que normalmente para mí era hueca. Ahora, me encuentro usándolas las más de las veces; me parecen estimulantes, ingeniosas y llenas de sabiduría.

Los hombres y mujeres de este mundo tenemos mucho que aprender. Tenemos que aprender de los libros, de los tiempos, de la historia, de los otros. Tenemos que aprender, también, de los errores propios y de los ajenos. Debemos mirar a los demás no con la soberbia del que todo lo sabe y nada le queda por aprender sino con la humildad del que sabe que sabe poco y quiere incrementar su saber.

Aceptemos a nuestros amigos como son y aprendamos de los otros como si supiéramos de antemano lo que realmente somos: aprendices y no maestros.

Ha llegado a mi memoria este viejo poema de Francisco Struk:

No critiques, no juzgues, no condenes,
porque no sabes si tu hermano lleva

una espina en el pecho y en las sienes
un dolor tan atroz que lo subleva.

Ten algo de piedad por su tristeza,
seguramente equivocó la senda;
quizá se encuentre enfermo, mejor reza
de todo corazón para que entienda.

No fijes tu atención en sus defectos,
más adentro se encuentra su alma pura;
recuerda: tú tampoco eres perfecto
y has tenido momentos de amargura.

A veces una acción impertinente
no es en el fondo mal intencionada;
a veces es solamente inconsciente,
torpe, ignorante, ciega o alocada.

Perdona con amor a tu enemigo
y actúa con bondad inmaculada;
¡bien sabes que el Señor está contigo
y te espera al final de la jornada!


Por Susana Arroyo-Furphy
Publicado en
http://www.cervantespublishing.com/Hontanar/2009/Hontanar_julio_2009.pdf.